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Productividad tóxica: cuando más no es mejor
La toxicidad se expande como una hiedra enferma que, cuando menos te lo esperes, puede acabar atrapándote. Lo hace de una manera sutil, progresiva, y por eso a menudo es más difícil de detectar y de ponerle limítes. De ahí que se hable también de dos conceptos en apariencia contrarios, que forman casi un oxímoron (como el de la música callada).
¿Productividad y tóxica? ¿Puede ser negativo sacar trabajo adelante, producir más? La respuesta es sí. Porque toda virtud, llevada al extremo, puede convertirse en su contrario. Parecido pasa con el estrés laboral o síndrome del burnout, un peligro en la oficina que guarda relación con la productividad tóxica, como veremos a continuación.
¿En qué consiste la productividad tóxica?
A diferencia del síndrome del trabajador quemado, que citábamos en el párrafo anterior, la productividad tóxica la generamos nosotros mismos. Si bien el ambiente puede influir, una presión excesivamente alta por parte de los superiores que nos haga sentir que no damos la talla, que no trabajamos lo suficiente, lo cierto es que es una cuestión que no viene “de fuera”.
Así, la productividad tóxica tendría que ver con el deseo de hacer más y más, con la imposibilidad de no sentirse satisfecho con lo que se ha trabajado, por ejemplo, durante la jornada laboral, y sentir el deber de continuar al llegar a casa, incluso anulando planes sociales para seguir trabajando… Todo ello, claro, sin que exista un deadline acuciante, sino más bien como una autoexigencia del propio trabajador.
Porque, en un mundo con la amenaza de la precariedad a la vuelta de la esquina, y una incertidumbre económica muy acusada, el miedo a perder el trabajo se acrecienta, y para evitar ese escenario se puede caer en esa productividad tóxica, es decir, en considerar que trabajando más de los que nos corresponde lograremos frenar cualquier riesgo.
Síntomas de esa productividad tóxica
Hay indicios que pueden verse como síntomas de estar inmerso en ese modo de trabajar insano, como son:
- Irascibilidad y desinterés por lo que no tenga que ver con el trabajo.
- Rechazo a disfrutar del tiempo libre, como los fines de semana y consulta compulsiva del correo electrónico a través de dispositivos móviles.
- Dificultad para desconectar.
- Sentimiento de culpa y de ansiedad si no se trabaja lo que se considera suficiente.
- Asunción de más y más responsabilidades y encargos, lo que genera uno de los principales problemas de la productividad tóxica: la pérdida de eficiencia y el descenso de la calidad del trabajo. Porque a ese estado de tensión nerviosa, se le añade un cansancio que acaba pasando factura.
- Relegar cuestiones básicas como el cuidado personal, hacer deporte, la alimentación y, por otro lado, consumir demasiada cafeína, así como bebidas energéticas.
Cómo frenar la productividad tóxica
Para encontrar tu propio equilibrio entre tu vida laboral y personal, sin renunciar a ser un gran profesional, hay medidas como:
- Acotar las horas de trabajo. En lugar de optar por un despliegue de horas sin fin, sobre todo en el caso de autónomos que teletrabajan y su horario es más flexible, es bueno fijarse un tiempo para producir con la mayor concentración y productividad… positiva.
- No tengas miedo a retardar la frecuencia en tus respuestas. A veces, consideramos que hay que responder “aquí y ahora” a un mail, un wasap, una llamada no atendida… Tómate tu tiempo si así lo necesitas; el interlocutor es consciente de que las obligaciones de cada cual son múltiples y diversas, por lo que entenderá que exista un margen de tiempo en ofrecer la respuesta.
- Realizar planes de trabajo asumibles y realistas. Si bien la productividad tóxica nos genera una tendencia a asumir ingentes cantidades de trabajo, la realidad es otra y tozuda. Para evitar que nuestro trabajo finalmente desmerezca, por sobrevalorar nuestras capacidades, es importante fijar unos retos factibles y tratar de buscar la excelencia en ellos, en lugar de calendarios demasiado generosos movidos por ese sentimiento bienintencionado que en realidad es tóxico, contraproducente y peligroso para la continuidad de nuestro puesto de trabajo.
Y, por supuesto, escuchar a los propios compañeros si en ocasiones repetidas se han mostrado preocupados por un exceso de trabajo por tu parte. Claro que hay lugares, como las oficinas de Kudos Workplace, donde uno quisiera permanecer el máximo tiempo posible… Pero esa es otra historia. ¿Te animas a visitarnos?